De la santidad de San José

saintjoseph01

“La vida sobrenatural es la vida misma de Dios en nuestra alma. Dios infundiendo en nosotros la gracia, que es una participación de su naturaleza infinita, nos hace semejantes a Él y nos hace capaces de producir obras sobrenaturales. Jesús es el manantial perenne de esta vida, y María es el vaso espiritual que la recoge y la derrama sobre la humanidad entera. Así es como Jesús es el nuevo Adán, el Hombre celestial, y María es la nueva Eva, la Madre de los vivientes. Ahora bien, san José, estrechísimamente unido a Jesús y María recibe primero que ningún otro las más puras y abundantes irradiaciones de esta vida divina. Jesús dándosele como Hijo ha comunicado al santo Patriarca los principios de su amor y de sus gracias. Es el privilegio de José y es también su derecho”.

             Sinibaldi, La grandeza di S. Giussepe, Roma 1927

SAN_JO~1

“Cuánto es más santa la compañía, tanto es más agradable la conversación. Y quien conversa con el bueno se hace bueno. ¡Cuánto más el bienaventurado José, conversando todos los días con los Santos de los Santos, el Hijo de Dios y su Madre, crecería en santidad y de bueno se haría mejor, viendo las obras y los medios de la vida santísima de uno y otra! Ninguno hubo nunca que tanta parte tuviera con el dulce Jesús y con su bendita Madre, como José”

 Bernardino de Busto, Mariale

1_Joseph_StJoeandChrist

 “San José tuvo muchos más medios de conseguir la santidad que san Juan Bautista y los Apóstoles, porque durante 30 años gozó de la presencia, sabiduría, amor y ejemplos de Jesús y María, en los que hubo ninguna mancha, sino, por  el contrario, todos los tesoros de la sabiduría y los más altos ejemplos; por tanto, ninguna sana razón puede decir que san José no usó de estos medios para santificarse; antes se le han de tener como el más santo después de Jesús y María”

            Selmayr, Theologia Mariana, Dissertations de S. Uosepho

San José, obrero

Memoria litúrgica: 1 de mayo

1_Joseph_StJoeandChrist

Acordaos, oh purísimo Esposo de la Virgen María,
¡oh dulce protector mío, San José!,
que jamás se ha oído decir
que ninguno de los que han invocado vuestra protección
y reclamado vuestro auxilio haya quedado sin consuelo.
Con esta confianza vengo a vuestra presencia,
y me encomiendo fervorosamente a Vos.
No despreciéis mi súplica,
¡oh padre adoptivo del Redentor!
antes bien, acogedla benignamente. Amén

Aniversario de la Canonización de sor Faustina Kowalska.

Párrafos de la homilía que pronunció el Beato Papa Juan Pablo II, el 30 de abril de 2000, día en que fue canonizada la Beata Faustina e instaurado el Domingo de la Divina Misericordia:

FAUSTINA

“Hoy es verdaderamente grande mi alegría al proponer a toda la Iglesia, como don de Dios a nuestro tiempo, la vida y el testimonio de sor Faustina Kowalska. La divina Providencia unió completamente la vida de esta humilde hija de Polonia a la historia del siglo XX, el siglo que acaba de terminar. En efecto, entre la primera y la segunda guerra mundial, Cristo le confió su mensaje de misericordia. Quienes recuerdan, quienes fueron testigos y participaron en los hechos de aquellos años y en los horribles sufrimientos que produjeron a millones de hombres, saben bien cuán necesario era el mensaje de la misericordia.

Jesús dijo a sor Faustina: «La humanidad no encontrará paz hasta que no se dirija con confianza a la misericordia divina» (Diario, p. 132). A través de la obra de la religiosa polaca, este mensaje se ha vinculado para siempre al siglo XX, último del segundo milenio y puente hacia el tercero. No es un mensaje nuevo, pero se puede considerar un don de iluminación especial, que nos ayuda a revivir más intensamente el evangelio de la Pascua, para ofrecerlo como un rayo de luz a los hombres y mujeres de nuestro tiempo”.

 “¿Qué nos depararán los próximos años? ¿Cómo será el futuro del hombre en la tierra? No podemos saberlo. Sin embargo, es cierto que, además de los nuevos progresos, no faltarán, por desgracia, experiencias dolorosas. Pero la luz de la misericordia divina, que el Señor quiso volver a entregar al mundo mediante el carisma de sor Faustina, iluminará el camino de los hombres del tercer milenio.

Pero, como sucedió con los Apóstoles, es necesario que también la humanidad de hoy acoja en el cenáculo de la historia a Cristo resucitado, que muestra las heridas de su crucifixión y repite: «Paz a vosotros». Es preciso que la humanidad se deje penetrar e impregnar por el Espíritu que Cristo resucitado le infunde. El Espíritu sana las heridas de nuestro corazón, derriba las barreras que nos separan de Dios y nos desunen entre nosotros, y nos devuelve la alegría del amor del Padre y la de la unidad fraterna”.

 “Así pues, es importante que acojamos íntegramente el mensaje que nos transmite la palabra de Dios en este segundo domingo de Pascua, que a partir de ahora en toda la Iglesia se designará con el nombre de «domingo de la Misericordia divina». A través de las diversas lecturas, la liturgia parece trazar el camino de la misericordia que, a la vez que reconstruye la relación de cada uno con Dios, suscita también entre los hombres nuevas relaciones de solidaridad fraterna. Cristo nos enseñó que «el hombre no sólo recibe y experimenta la misericordia de Dios, sino que está llamado a «usar misericordia» con los demás: «Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia» (Mt 5, 7)» (Dives in misericordia, 14). Y nos señaló, además, los múltiples caminos de la misericordia, que no sólo perdona los pecados, sino que también sale al encuentro de todas las necesidades de los hombres. Jesús se inclinó sobre todas las miserias humanas, tanto materiales como espirituales”.

 “Sor Faustina Kowalska dejó escrito en su Diario: «Experimento un dolor tremendo cuando observo los sufrimientos del prójimo. Todos los dolores del prójimo repercuten en mi corazón; llevo en mi corazón sus angustias, de modo que me destruyen también físicamente. Desearía que todos los dolores recayeran sobre mí, para aliviar al prójimo» (p. 365). ¡Hasta ese punto de comunión lleva el amor cuando se mide según el amor a Dios!

En este amor debe inspirarse la humanidad hoy para afrontar la crisis de sentido, los desafíos de las necesidades más diversas y, sobre todo, la exigencia de salvaguardar la dignidad de toda persona humana. Así, el mensaje de la misericordia divina es, implícitamente, también un mensaje sobre el valor de todo hombre. Toda persona es valiosa a los ojos de Dios, Cristo dio su vida por cada uno, y a todos el Padre concede su Espíritu y ofrece el acceso a su intimidad”.

 “Este mensaje consolador se dirige sobre todo a quienes, afligidos por una prueba particularmente dura o abrumados por el peso de los pecados cometidos, han perdido la confianza en la vida y han sentido la tentación de caer en la desesperación. A ellos se presenta el rostro dulce de Cristo y hasta ellos llegan los haces de luz que parten de su corazón e iluminan, calientan, señalan el camino e infunden esperanza. ¡A cuántas almas ha consolado ya la invocación «Jesús, en ti confío», que la Providencia sugirió a través de sor Faustina! Este sencillo acto de abandono a Jesús disipa las nubes más densas e introduce un rayo de luz en la vida de cada uno”.

SANTA CATALINA DE SIENA : 29 de abril

 siena-RutilioManetti

Virgen y doctora de la Iglesia 1347-1380

En los jardines del Castel Sant’Angelo, junto al río, de pie – así tenía que estar – y de cara al Vaticano, la estatua de Catalina como centinela de la Iglesia visible; no para vigilar a los enemigos exteriores, sino a los de dentro: la infidelidad, el desmayo, la transigencia con el mundo. Para proteger a la Iglesia de sus propios pecados.

Porque esta mujer tuvo la delicada misión de corregir a los papas y al clero en momentos muy difíciles de extravío y renuncia, y al verla aquí en efigie se reconoce la humildad de Roma, que recuerda de este modo un pasado poco ejemplar que puede volver a repetirse y en el que intervino como salvadora una monja dominica.

El amor de Dios, la contemplación de Cristo en la cruz y el servicio a la Iglesia, son los capítulos en los que la liturgia resume la vida y acción de Santa Catalina. No se podría decir cosa mejor.

La penúltima de 25 hermanos, hija del matrimonio formado por el dulce y bonachón Giacomo Benincasa, tintorero de pieles y de Lapa de Puccio dei Piangenti, mujer enérgica y trabajadora donde las haya.

Nació en Siena el 1347, el año anterior a la tristemente célebre Peste Negra que asoló a toda Europa.

Terciaria de la orden de santo Domingo, será una virgen penitente sometida a terribles tentaciones, va a alcanzar la unión mística con el Esposo, que pone en su dedo el anillo de oro de los casados y la hiere con los estigmas de la Pasión. Irresistible con la palabra y con la pluma (siempre dictando porque no sabía escribir), se dedicó a los enfermos.

Sus escritos de vida interior forman una verdadera escuela de oración que le han merecido el título de Doctora de la Iglesia.

«¿Dónde estabas, Esposo mío, que así me dejaste sola en mis pruebas? Dentro de tu corazón estaba yo, esforzándote y complaciéndome en tu fidelidad».

Y la misma fidelidad que a Cristo, guardaba al Papa, su Vicario, a quien llamaba «el dulce Cristo en la tierra».

Esta hija de Santo Domingo era sumamente humilde y abrasada por una llama de amor que la sitúa en primera fila entre los místicos. Por eso, se sintió impelida a vivir en lo más íntimo de su ser el drama de la Iglesia de su tiempo: el apartamiento de Roma de aquel a quien ella llamaba «el dulce Cristo en la tierra», y más tarde los primeros brotes del gran cisma de Occidente, la degradación de las costumbres del clero, la incesante discordia entre las ciudades italianas y, dentro de cada una de ellas, entre las diversas familias.

Escribirá cartas llenas de fuego a los príncipes y cardenales rogándoles que ayuden y defiendan a la Iglesia y que se corrijan de sus abusos. Tenía un altísimo concepto del sacerdocio y trabajó con toda su alma para que fueran santos los ungidos del Señor. Por ellos y por toda la Iglesia, en aquellos días lacerada por el tristemente célebre Cisma de Occidente, ofreció generosamente su vida.

Acudió al Papa Gregorio XI a decirle que tenia que «vigilar a su rebaño desde las colinas de Roma y no desde Avignon».

El 4 de octubre de 1970 el Papa Pablo VI la declarará como la segunda mujer Doctora de la Iglesia, poco después de haber declarado Doctora a Santa Teresa de Jesús. Intervino en muchos asuntos públicos y privados, por eso bien merece ser la patrona de Italia junto con San Francisco de Así. A los 33 años moría, el 29 de abril de 1380.

Adoro te devote.

Himno Eucarístico escrito por Santo Tomás de Aquino.

DSC_0044

Latín

Adoro te devote, latens Deitas,
Quae sub his figuris vere latitas:
Tibi se cor meum totum subiicit,
Quia te contemplans totum deficit.
Visus, tactus, gustus in te fallitur,
Sed auditu solo tuto creditur.
Credo quidquid dixit Dei Filius:
Nil hoc verbo Veritatis verius.
In cruce latebat sola Deitas,
At hic latet simul et humanitas;
Ambo tamen credens atque confitens,
Peto quod petivit latro paenitens.
Plagas, sicut Thomas, non intueor;
Deum tamen meum te confiteor.
Fac me tibi semper magis credere,
In te spem habere, te diligere.
O memoriale mortis Domini!
Panis vivus, vitam praestans homini!
Praesta meae menti de te vivere
Et te illi semper dulce sapere.
Pie pellicane, Iesu Domine,
Me immundum munda tuo sanguine.
Cuius una stilla salvum facere
Totum mundum quit ab omni scelere.
Iesu, quem velatum nunc aspicio,
Oro fiat illud quod tam sitio;
Ut te revelata cernens facie,
Visu sim beatus tuae gloriae.
Amen

Español

Te adoro con devoción, Dios escondido,
oculto verdaderamente bajo estas apariencias.
y se rinde totalmente al contemplarte.
Al juzgar de Ti, se equivocan la vista, el tacto, el gusto;
pero basta el oído para creer con firmeza;
creo todo lo que ha dicho el Hijo de Dios:
nada es más verdadero que esta Palabra de verdad.
En la Cruz se escondía sólo la Divinidad,
pero aquí se esconde también la Humanidad;
sin embargo, creo y confieso ambas cosas,
y pido lo que pidió aquel ladrón arrepentido.
No veo las llagas como las vio Tomás
pero confieso que eres mi Dios:
haz que yo crea más y más en Ti,
que en Ti espere y que te ame.
¡Memorial de la muerte del Señor!
Pan vivo que das vida al hombre:
concede a mi alma que de Ti viva
y que siempre saboree tu dulzura.
Señor Jesús, Pelícano bueno,
límpiame a mí, inmundo, con tu Sangre,
de la que una sola gota puede liberar
de todos los crímenes al mundo entero.
Jesús, a quien ahora veo oculto, te ruego,
que se cumpla lo que tanto ansío:
que al mirar tu rostro cara a cara,
sea yo feliz viendo tu gloria.Amén.

Homilía del domingo V del Tiempo Pascual

 

??????????

Pareciera que Jesús prefirió que Judas saliera del Cenáculo, para  abrir más su corazón… En las despedidas se quieren decir muchas cosas, pero Jesús dirá lo más importante. Dejará como su testamento que la Iglesia atesora para hacer de él una vida.

“Les doy un mandamiento nuevo: ámense los unos a los otros como Yo los he amado”.

Tal vez más que un mandamiento, el amor es una necesidad vital de la vida humana. El amor dado y recibido siempre humaniza…  Y la falta de amor atrofia la musculatura existencial del alma, más allá de que siempre haya una salida providente que nos espera en el camino de nuestra historia.

Antes que un mandamiento, que una tarea, el amor es un don. Dice la Escritura que Dios nos amó primero. Y amándonos divinamente, crea en cada hombre la capacidad de amor, para dar y recibir.

Jesús dirá que es un “mandamiento nuevo”. La novedad no está en el “que”, sino en el “como”: “como Yo los he amado”. Vale decir, un amor gratuito, generoso, universal, incondicional, sin límites, como el amor de Dios. Una novedad que pasa por la intensidad   por el estilo.

Quizá nuestra comprensión espontánea del amor es algo pobre y limitada. Amar es algo diferente a su sentimiento de simpatía – hoy se dice “tener química- tener piel” -, el amor no es una emoción o una sensación de bienestar indescriptible. Amar es lo que Cristo vive en el leño de la cruz. Un amor que llega hasta el extremo, hasta el final, hasta “decir basta”…. Como lo enseñaba Jesús: “no hay amor más grande que el dar la vida por los amigos”.

Un mandamiento nuevo: lo nuevo está en la ruptura de límites. Nosotros – hermanos – casi siempre ponemos límites: limitamos a las personas, el tiempo, la intensidad…

La novedad está, precisamente, en el “sin límites”, en la incondicionalidad que llega hasta el amor de aquellos que no nos aman… el amor más gratuito como es el amor al enemigo.

Jesús dirá que la señal para identificar a sus discípulos será el amor mutuo. ¡Cuántas veces polemizamos acerca de la identidad del cristiano y de la Iglesia!

Cristiano no es el más sabio, el más piadoso, el más mortificado, el más influyente, sino el que más ama. El amor es nuestra marca viva.

En cada celebración eucarística, como en la intimidad de la última Cena, debemos hacer memoria de lo que somos y deberíamos ser: hermanos. Y entre el ser y el deber ser aparece la zona de tensión, de lo que todavía nos falta… Tensión que deberemos vivir y padecer… porque amando nunca se dice “basta…” Es la tensión que dinamiza un estilo de vida en conversión de amor, para amar más intensamente como Él nos amó.

P. Claudio Bert

 

Homilía de la Misa del viernes 26 de abril de 2013

Texto evangélico: san Juan 14, 1-6

picture-4

Celebrar la Pascua- que es lo propio del Tiempo Pascual en el que nos encontramos inmersos-  es darnos cuenta de que el Señor ha resucitado y vive entre nosotros por la fuerza de su mismo Espíritu, que ha derramado sobre el mundo. Como bellamente lo dice la oración litúrgica: “inmolado ya no muere más, muerto vive para siempre”.

Hay que reparar esta circunstancia excepcional en la que Jesús dirá estas palabras que hoy se nos proclaman en el Evangelio de Juan: “A la hora de pasar de este mundo al Padre…” Es decir, está hablando alguien que ya siente los pasos de la muerte encima. Es este Jesús que se está por morir… el que sigue pensando en sus amigos, y los quiere confortar ante las incertidumbres que les sobrevendrán en las próximas horas.

“No se inquieten”- les dirá el Maestro. Y nos lo dice a nosotros tantísimas veces… No pierdan la paz, la calma, la serenidad. No se angustien y perturben…  Claro es que necesitamos oír estas frases en la intimidad de nuestros asuntos personales, oír la palabra que llega como una luz en la noche…

Jesús invita a vivir el presente y a mirar el futuro desde una confianza grande que se llama fe. Una fe esperanzada y una esperanza creyente. Porque la fe y la esperanza se unen en la misma significación. “Crean en Dios y crean también en mí”, les dirá el Señor.

Nosotros no somos distintos de los apóstoles. Como ellos, también nosotros buscamos saber cómo seguirán las cosas… buscamos las garantías que nos permitan seguir apostando por donde vamos caminando. Siempre parece que tenemos más preguntas que respuestas.

Sin embargo, Jesús trae luz en sus respuestas. Esa luz suficiente… para seguir avanzando entre las dudas, las incertidumbres y temores.

“Yo soy el Camino, y la Verdad y la Vida”. Jesús nos está diciendo que Él es la única claridad, la garantía incontestable; la única seguridad para tantas preguntas nuestras. Hay que permanecer con Él.

¡Cómo no ver este corazón de Cristo, que no se queda indiferente ante la angustia de sus amigos! “No se inquieten. Crean en Dios y crean en mí”. Jesús pide un acto de fe en su persona, no en un libro o doctrina. Una fe radical, grande, atrevida, desmesurada… Como lo dijo el Señor de la Cananea del evangelio: “Mujer, ¡qué grande es tu fe!”. Sólo esta fe puede traernos el bálsamo de la paz.

El evangelio que hoy leímos es corto, pero lleno de promesas suculentas. Cristo se va al Padre… al Hogar del Padre… Es el retorno a la casa paterna, como la parábola del hijo pródigo. Así será también con nosotros. Notemos que Jesús no dice que se va a morir. Él prefiere usar la expresión que revela lo esencial: “me voy al Padre”. Cómo cambiaríamos nuestro sentir respecto a la muerte si captáramos esta esencialidad de la que Jesús hoy nos habla….

Nos prepara un lugar. Volverá a buscarnos para llevarnos junto a Él. Es la promesa más grande: de que no estaremos separados de Jesús. Este es el proyecto de Dios sobre toda la humanidad, que participemos de su Vida divina.

Y la puerta que nos da el acceso a esta plenitud es Cristo. Él es “puerta” y “camino” que llevan a la vida verdadera. Esta tarde queremos hacer un acto de fe en que hay un camino que tiene salida, que lleva a un buen lugar… Nosotros creemos en que hay salida para todos, porque Cristo abrió esta salida para que ya nadie permanezca encerrado en sus límites.

La historia tiene un sentido, el hombre tiene un sentido. El fin no es la incertidumbre sino el vivir cerquita del Padre… sin fin.

P. Claudio Bert

Pensamientos de Santa Faustina

FAUSTINA

Un alma noble y delicada puede ser también la más sencilla, pero de sentimientos delicados; tal alma en todo ve a Dios, lo encuentra en todas partes, sabe encontrar a Dios incluso en las cosas más insignificantes. Para ella todo tiene algún significado, aprecia mucho todo, agradece a Dios por cada cosa, de cada cosa saca provecho para el alma y dirige a Dios toda alabanza. Confía en Él y no se impresiona cuando llega el momento de la prueba. Sabe que Dios  s¡empre es el mejor Padre y da poca importancia a las consideraciones humanas. Sigue fielmente el más pequeño soplo del Espíritu Santo, goza por este Huésped espiritual y se agarra a Él como un niño a la madre. Allí otras almas se detienen y asustan. Ella sigue adelante sin temor y sin dificultad”

 Diario 148