Frutos sí, podas no

«Yo soy la  verdadera vid, y mi Padre es el viñador.  El corta todos mis sarmientos que no dan fruto; al que da fruto, lo poda para que de más todavía» (Jn 15, 1-2)

En su enseñanza Jesús parte con frecuencia de cosas familiares para cuantos le escuchan, cosas que estaban ante los ojos de todos. Esta vez nos habla con la imagen de la vid y los sarmientos. Jesús expone dos casos. El primero, negativo: el sarmiento está seco, no da fruto, así que es cortado y desechado; el segundo, positivo: el sarmiento está aún vivo y sano, por lo que es podado. Ya este contraste nos dice que la poda no es un acto hostil hacia el sarmiento. El viñador espera todavía mucho de él, sabe que puede dar frutos, tiene confianza en él. Lo mismo ocurre en el plano espiritual. Cuando Dios interviene en nuestra vida con la cruz, no quiere decir que esté irritado con nosotros. Justamente lo contrario.

Pero ¿por qué el viñador poda el sarmiento y hace «llorar», como se suele decir, a la vid? Por un motivo muy sencillo: si no es podada, la fuerza de la vid se desperdicia, dará tal vez más racimos de lo debido, con la consecuencia de que no todos maduren y de que descienda la graduación del vino. Si permanece mucho tiempo sin ser podada, la vid hasta se asilvestra y produce sólo pámpanos y uva silvestre.

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Santa Margarita María de Alacoque

“Nuestro Maestro apetece el amor y servicios de sus criaturas, pero quiere que todo se haga con libre, amorosa y generosa voluntad, sin violencia ni fingimiento. Conviene que todo vaya despacio y con suavidad. Las cosas que miran inmediatamente a la gloria de Dios, son muy diferentes de las del mundo. Dios está sobre todo. Tiene por bien, a veces, emplear cosas pequeñas y muy viles para dar cima a grandes empresas. No os espanten los muchos contratiempos que se os ofrecerán en el establecer el reinado de este amable Corazón; las contrariedades son prendas seguras de ser de Dios la cosa, pues sus obras se llevan a ejecución, por lo común, entre contradicciones y trabajo”

Nuestra Señora de Luján, fiesta patronal de la Argentina

Miramos a la Purísima e Inmaculada Madre Virgen de Luján y a sus pies a quien supo cuidarla como a su única pertenencia, como le gustaba decir: “soy de la Virgen nomás”.

 Rosendo dedicó un negro llamado Manuel al culto de la Imagen quien había sido testigo del milagro. Hacia el año 1638 contrae matrimonio con una mujer criolla, llamada Beatriz, esclava de la familia González Filiano. Beatriz fue una fiel compañera del negro Manuel y lo secundó en el empeño por mantener vivo el culto a la Santísima Virgen en la apartada ermita de Rosendo. Beatriz falleció antes de 1670.

Del Negro Manuel dicen las crónicas hacia el año 1648, que era de una “rara calidez y simplicidad” y que cumplió fielmente el encargo que recibiera de su primitivo amo, el conductor de las Santas Imágenes, al decirle “que era de la Virgen y que no tenía a otro amo que servir que a la Santísima Virgen”. Por su fe en Dios el negro Manuel “con el sebo de las velas que ardían en presencia de la Santa Imagen de María Santísima obraba prodigiosas curaciones en varios enfermos que de partes diferentes concurrían a la Capilla.

Hacia el 1681, cuando la Santa Imagen de la Virgen se hallaba en el Oratorio de Doña Matos y se estaba levantando la Capilla, ocurren hechos milagrosos sobre el negro Manuel que hallaba a la Virgen Santísima llena de rocío muchas mañanas, y con abrojos en el vestuario, y que empezaba él a decirle qué necesidad tenía de salirse de su nicho, siendo poderosa para obrar cualquier maravilla, sin salirse de él. Y también esta otra frase que se le apropia: “¿Cómo es que sos tan amiga de los pecadores, que salís en busca de ellos, cuando ves que te tratan tan mal?”

 

 

Su muerte acaeció probablemente en 1686. “Murió el negro Manuel en santidad, por cuyo mérito es tradición que logró su cuerpo sepultura detrás del Altar Mayor del Santuario, descansando a los pies de su bien amada Imagen de Nuestra Señora de Luján”