Jornada de las Comunicaciones Sociales

En esta Jornada particular, en la que somos nutridos cada año por el mensaje que el Santo Padre imparte a toda la Iglesia, quiero compartir con cada uno de mis amigos lectores del blog, algún párrafo del mismo –  que entiendo – , nos aporta una dirección bien clara para los tiempos que corren. El mensaje aborda la siguiente cuestión: “Silencio y palabra: camino de evangelización”

“El silencio es parte integrante de la comunicación y sin él no existen palabras con densidad de contenido.

Del silencio, por tanto, brota una comunicación más exigente todavía, que evoca la sensibilidad y la capacidad de escucha que a menudo desvela la medida y la naturaleza de las relaciones. Allí donde los mensajes y la información son abundantes, el silencio se hace esencial para discernir lo que es importante de lo que es inútil y superficial. Una profunda reflexión nos ayuda a descubrir la relación existente entre situaciones que a primera vista parecen desconectadas entre sí, a valorar y analizar los mensajes; esto hace que se puedan compartir opiniones sopesadas y pertinentes, originando un auténtico conocimiento compartido. Por esto, es necesario crear un ambiente propicio, casi una especie de “ecosistema” que sepa equilibrar silencio, palabra, imágenes y sonidos.

En nuestros días, la Red se está transformando cada vez más en el lugar de las preguntas y de las respuestas; más aún, a menudo el hombre contemporáneo es bombardeado por respuestas a interrogantes que nunca se ha planteado, y a necesidades que no siente. El silencio es precioso para favorecer el necesario discernimiento entre los numerosos estímulos y respuestas que recibimos, para reconocer e identificar asimismo las preguntas verdaderamente importantes.

En realidad, este incesante flujo de preguntas manifiesta la inquietud del ser humano siempre en búsqueda de verdades, pequeñas o grandes, que den sentido y esperanza a la existencia. El hombre no puede quedar satisfecho con un sencillo y tolerante intercambio de opiniones escépticas y de experiencias de vida: todos buscamos la verdad y compartimos este profundo anhelo, sobre todo en nuestro tiempo.

Hay que considerar con interés los diversos sitios, aplicaciones y redes sociales que pueden ayudar al hombre de hoy a vivir momentos de reflexión y de auténtica interrogación, pero también a encontrar espacios de silencio, ocasiones de oración, meditación y de compartir la Palabra de Dios. En la esencialidad de breves mensajes, a menudo no más extensos que un versículo bíblico, se pueden formular pensamientos profundos, si cada uno no descuida el cultivo de su propia interioridad.

En el silencio de la cruz habla la elocuencia del amor de Dios vivido hasta el don supremo.

La contemplación silenciosa nos sumerge en la fuente del Amor, que nos conduce hacia nuestro prójimo, para sentir su dolor y ofrecer la luz de Cristo, su Mensaje de vida, su don de amor total que salva.

Palabra y silencio. Aprender a comunicar quiere decir aprender a escuchar, a contemplar, además de hablar, y esto es especialmente importante para los agentes de la evangelización: silencio y palabra son elementos esenciales e integrantes de la acción comunicativa de la Iglesia, para un renovado anuncio de Cristo en el mundo contemporáneo”

 

SS Benedicto XVI

 

Estáte, Señor conmigo

 

Estáte, Señor conmigo
siempre, sin jamás partirte,
y cuando decidas irte,
llévame, Señor, contigo;
porque el pensar que te irás
me causa un terrible miedo
de si yo sin ti me quedo,
de si tú sin mí te vas.

Llévame en tu compañía
la vida del alma mía;
si tú vida no me das
yo sé que vivir no puedo,
ni si yo sin ti me quedo,
ni si tú sin mí te vas.

Por eso, más que a la muerte
temo, Señor, tu partida,
y quiero perder la vida
mil veces más que perderte;
pues la inmortal que tú das,
sé que alcanzarla no puedo,
cuando yo sin ti me quedo,
cuando tú sin mí te vas. Amén.

 

La solemnidad de la Ascensión del Señor nos urge a levantar los ojos al Señor que asciende entre aclamaciones; la mirada queda extasiada ante el evento del Hijo que entra en la celestial Mansión del Padre. La Jerusalén de arriba recibe a su Señor, y la Jerusalén de la tierra contiene nuestra pequeñez de peregrinos, que suspiramos por la efusión pletórica del Espíritu del Padre y del Hijo.

La belleza literaria de este Himno, que rezamos alguna vez en la Oración de Vísperas, me parece que es un lindo “introito” para esta liturgia de Cielo abierto en la que hemos entrado en las vísperas de este sábado.

 

Padre CLAUDIO BERT