Que es la Visitación?

Luego que María Santísima oyó del ángel Gabriel que su prima Isabel también esperaba un hijo, sintióse iluminada por el Espíritu Santo y comprendió que debería ir a visitar a aquella familia y ayudarles y llevarles las gracias y bendiciones del Hijo de Dios que se había encarnado en Ella.

San Ambrosio anota que fue María la que se adelantó a saludar a Isabel puesto que es la Virgen María la que siempre se adelanta a dar demostraciones de cariño a quienes ama.

Por medio de la visita de María llevó Jesús a aquel hogar muchos favores y gracias: el Espíritu Santo a Isabel, la alegría a Juan, el don de Profecía, etc, los cuales constituyen los primeros favores que nosotros conocemos que haya hecho en la tierra el Hijo de Dios encarnado.

San Bernardo señala aquí que desde entonces María quedó constituida como un «Canal inmenso» por medio del cual la bondad de Dios envía hacia nosotros las cantidades más admirables de gracias, favores y bendiciones.

Además, nuestra Madre María recibió el mensaje más importante que Dios ha enviado a la tierra: el de la Encarnación del Redentor en el mundo, y en seguida se fue a prestar servicios humildes a su prima Isabel. No fue como reina y señora sino como sierva humilde y fraterna, siempre dispuesta a atender a todos que la necesitan.

Este fue el primero de los numerosos viajes de María a ayudar a los demás. Hasta el final de la vida en el mundo, Ella estará siempre viajando para prestar auxilios a quienes lo estén necesitando.

También fue la primera marcha misionera de María, ya que ella fue a llevar a Jesús a que bendijera a otros, obra de amor que sigue realizando a cada día y cada hora.

Finalmente, Jesús empleó a su Madre para santificar a Juan Bautista y ahora ella sigue siendo el medio por el cual Jesús nos santifica a cada uno de nosotros que somos también hijos de su Santa Madre.

La atención a mi hermano.

“Hay tantas cosas que nos parecen más importantes que escuchar a los demás o concederles nuestro tiempo. Pensamos que podríamos emplear nuestro tiempo mucho mejor. Pues no, no podríamos. Debemos tener la convicción de que no podemos hacer nada mejor que amar a alguien natural y espontáneamente, y de una manera improductiva, sin esperar nada a cambio.

“Ser cristiano no significa estar del lado bueno. Un cristiano no siempre sabe dónde está la justicia, no siempre ve todas las cosas claras. Pero el cristiano es consciente de que, mientras que en el ser humano hay falsía e infidelidad, en la misericordia de Dios hay siempre una absoluta fidelidad. Así pues, no rechacemos a nadie, pero procuremos, sí, disociarnos de todo cuanto pueda perjudicar o dañar a otras personas” . Me recuerda lo que una vez entendí: la diferencia entre “ser bueno” y hacer el bien.

“Todo cristiano debe defender la verdad de que la misericordia de Dios es infinita. Dios nunca escatima su misericordia. Éste es un mundo en el que un número incontable de seres humanos viven desesperados. Es entre ellos donde la presencia de Dios es realmente necesaria. Pero nuestro testimonio cristiano de la misericordia de Dios no es creíble para muchos porque no es lo bastante profundo” .

Lo habitual es poner límites a nuestra misericordia, no llegar hasta el fondo, hasta el final; nuestros prejuicios limitan la misericordia, y así damos testimonio de un Dios que pone siempre condiciones.

Debemos entender el verdadero Amor.   Dios te ama…..porque te ama. Y eso es lo importante ….el gran amor de Dios que hace que toda vida sea diferente.

¡Un mundo sin Dios es un mundo de oscuridad, de mentiras y de egoísmo!

 FRAGMENTO DE LA HOMILÍA DEL CARDENAL ROBERT SARAH EN LA MISA DE CLAUSURA DE LA 36ª PEREGRINACIÓN DE PENTECOSTÉS A CHARTRES

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Queridos peregrinos de Chartres,

“La luz ha venido al mundo”, nos dice Jesús hoy en el Evangelio ( Juan 3, 16-21 ), “y los hombres han preferido la oscuridad”.

Y ustedes, queridos peregrinos, ¿han acogido la única luz que no engaña: la de Dios? Han caminado por tres días, orado, cantado, sufrido bajo el sol y bajo la lluvia: ¿Recibieron la luz en sus corazones? ¿Realmente han abandonado la oscuridad? ¿Han elegido seguir el Camino siguiendo a Jesús, que es la Luz del mundo? Queridos amigos, permítanme formularles esta pregunta radical, porque si Dios no es nuestra luz, todo lo demás se vuelve inútil. Sin Dios, ¡todo es oscuridad!

Dios vino a nosotros, se hizo hombre. Nos ha revelado la única verdad que salva, murió para redimirnos del pecado, y en Pentecostés nos dio el Espíritu Santo, nos dio la luz de la fe … ¡pero preferimos la oscuridad!

¡Miremos a nuestro alrededor! La sociedad occidental ha elegido establecerse sin Dios. Somos testigo de cómo ahora se entrega a las llamadas y engañosas luces de la sociedad de consumo, para obtener ganancias a toda costa, desde un individualismo frenético.

¡Un mundo sin Dios es un mundo de oscuridad, de mentiras y de egoísmo!

Sin la luz de Dios, ¡la sociedad occidental anda como un ebrio en la noche! No tiene suficiente amor para acoger a los niños, protegerlos desde el útero de su madre, ni protegerlos de la agresión de la pornografía.

Privada de la luz de Dios, la sociedad occidental ya no sabe cómo respetar a sus ancianos, acompañar hasta la muerte a sus enfermos, hacer lugar para los más pobres y los más débiles.

La sociedad está abandonada a la oscuridad del miedo, la tristeza y el aislamiento. No tiene nada que ofrecer excepto el vacío y la nada. Y permite la proliferación de las ideologías más locas.

Una sociedad occidental sin Dios puede convertirse en la cuna de un terrorismo ético y moral más virulento y más destructivo que el terrorismo islamista. Recuerden que Jesús nos dijo: “Y no temas a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma; temed más bien a aquel que puede destruir el alma y el cuerpo en el infierno “(Mateo 10, 28).

Queridos amigos, perdónenme estas afirmaciones. Pero uno debe ser claro y realista.

Si les hablo de esta manera, es porque, en mi corazón sacerdotal y pastoral, siento compasión por tantas almas caprichosas, perdidas, tristes, preocupadas y solas. ¿Quién los llevará a la luz? ¿Quién les mostrará el camino a la verdad, el único camino verdadero de libertad que es el de la Cruz? ¿Vamos a dejar que las almas sean entregadas al error, al nihilismo sin esperanza, o al islamismo agresivo?

Debemos proclamar al mundo que nuestra esperanza tiene un nombre: ¡Jesucristo, el único Salvador del mundo y de la humanidad! ¡Ya no podemos estar en silencio!

¿Cómo puede hacerse esto? El Evangelio nos dice: “El que obra según la verdad sale a la luz”. Dejemos que la luz del Espíritu Santo ilumine nuestra vida de manera concreta, incluso en las partes más íntimas de nuestro ser más profundo. Actuar de acuerdo con la verdad es primero poner a Dios en el centro de nuestras vidas, ya que la Cruz es el centro de esta catedral.

¡Mis hermanos, elijan acudir a Él todos los días! En este momento, comprométanse a guardar unos minutos de silencio todos los días para dirigirse a Dios y decirle: “¡Señor, reina en mí! ¡Te regalo toda mi vida! ”

Queridos peregrinos, sin silencio, no hay luz. La oscuridad se alimenta del ruido incesante de este mundo, lo que nos impide volvernos a Dios.

Para ustedes, queridos padres, quiero enviar un mensaje especial. Ser padre y madre en el mundo de hoy es una aventura llena de sufrimiento, obstáculos y preocupaciones. La Iglesia les dice: “¡Gracias!” Sí, ¡gracias por el generoso regalo de ustedes mismos! Tengan el coraje de criar a sus hijos a la luz de Cristo. A veces tendrán que luchar contra el viento dominante y soportar la burla y el desprecio del mundo. ¡Pero no estamos aquí para complacer al mundo! “Proclamamos un Cristo crucificado, un escándalo para los judíos y una locura para los gentiles” (1 Corintios 1, 23-24) ¡No teman! ¡No se rindan! La Iglesia, a través de la voz de los Papas, especialmente desde la encíclica Humanae Vitae, les confía una misión profética: testificar ante todos sobre nuestra confianza gozosa en Dios, quien nos ha hecho guardianes inteligentes del orden natural.

Queridos padres y madres, ¡la Iglesia los ama! ¡Amen a la Iglesia! Ella es su madre. No se unan a los que se ríen de ella, porque solo ven las arrugas de su cara envejecidas por siglos de sufrimiento y dificultades. Incluso hoy, ella es hermosa e irradia santidad.

Queridos jóvenes, a menudo, sin duda, sufren en su alma la lucha de la oscuridad y la luz. A veces se sienten seducidos por los placeres fáciles del mundo. Con todo mi corazón de sacerdote, les digo: ¡no lo duden! ¡Jesús les dará todo! Siguiéndolo para ser Santos, ¡no perderán nada! ¡Ganarán la única alegría que nunca decepciona!

Queridos jóvenes, si hoy Cristo los llama a seguirlo como sacerdotes, como religiosos, ¡no lo duden! Díganle a Él: “fiat”, ¡un sí entusiasta e incondicional!

Dios quiere que lo necesiten, ¡qué gracia! ¡Que alegría! Occidente ha sido evangelizado por los Santos y los Mártires. ¡Ustedes, jóvenes de hoy, serán los santos y los mártires que las naciones están esperando en una Nueva Evangelización! ¡Sus patrias están sedientas de Cristo! ¡No las decepcionen! ¡La Iglesia confía en ustedes!

Queridos peregrinos, abandonemos la oscuridad. ¡Elijamos la luz! Pidamos a la Santísima Virgen María saber decir “fiat”, es decir, sí, plenamente, como ella, para  recibir la luz del Espíritu Santo como lo hizo ella…

… pidamos a Nuestra Santísima Madre tener un corazón como el suyo, un corazón que no le niega nada a Dios, un corazón ardiente con amor por la gloria de Dios, un corazón ardiente para anunciar a los hombres las Buenas Nuevas, un corazón generoso, un corazón tan abundante como el corazón de María, tan abundante como el de la Iglesia, y tan rico como el del Corazón de Jesús ! ¡Que así sea!

FuenteInfovaticana

BAJO LA MIRADA DE DIOS

Tu mirada, Dios mío, no es sólo agradable, es benéfica. No nos encuentra amables, nos hace amables. Mirar con amor y crear y enriquecer al ser que creaste es una misma cosa para Ti, Dios mío. Que tus miradas se dignen volverse hacia mi alma y posarse dulcemente sobre ella… Nada es tan grato para mi como saber que estoy así siempre bajo tus ojos. Me parece que debo mantenerme en el más profundo respeto y en la más humilde modestia. Pero también, ¡qué luz no encontraré yo en tu mirada! Ilumina mi camino. Me enseña el verdadero valor de las cosas y me hace ver si son para mí obstáculos o medios. Y, a mi vez, me permite iluminar a los demás. Sin ella ya no sería más que tinieblas. ¡Oh mirada de mi Dios, querría fijarte en mi para siempre!

Tu mirada, ¡ oh Dios mío!, no es una mirada exterior al alma; es interior, íntima. El alma tiene la impresión de ser penetrada por ella como desde dentro y hasta el fondo. Esto es certísimo. Esa mirada eres Tú mismo, Dios mío, que vives en el alma y que la iluminas a un mismo tiempo sobre Ti, sobre ella y sobre todas las cosas. El alma tiene conciencia de esa iluminación interior. Se parece a un cristal purísimo que, expuesto directamente al sol, fuese atravesado por sus rayos luminosos, y que lo supiera. Pero ésa es una comparación muy débil. Porque el alma es espíritu. Y Dios es espíritu. Y nada puede dar una idea exacta de lo que sucede en el orden de la luz, cuando Dios invade el alma y la llena de sí mismo. ¡Él, que es la Verdad! ¡Dichosa el alma sin defecto y sin mancha a quien los rayos divinos puedan iluminar plenamente! ¡Es tan dulce ver así a Dios en si mismo!… Es ya un poco de cielo.

 

EL ESFUERZO DEL ALMA

ierra, la vida cristiana participa, por la fe, en la sociedad bienaventurada de los ángeles y de los hombres, uni

La Santísima Virgen que nos aparta de la muchedumbre y nos lleva dulcemente hacia esas cumbres donde el aire es más puro, el cielo más claro, Dios está más próximo… y en las que transcurre la vida de intimidad con Dios.

Según San Gregorio el Magno, la vida contemplativa y la vida eterna no son dos cosas diferentes, sino una sola realidad; una es la aurora, la otra el mediodía. La vida contemplativa es el principio de la dicha eterna, su saboreo anticipado.

Que la Reina del cielo nos conceda, pues, la gracia de comprender el estrecho vínculo que une esas dos vidas para vivir aquí abajo como si estuviéramos ya en el cielo.

Un alma interior es un alma que ha encontrado a Dios en el fondo de su corazón y que vive siempre con Él.

Dios está en el fondo del alma, pero está allí escondido. La vida interior es como una eclosión de Dios en el alma.

Mantengámonos en el centro de nuestra alma, en ese punto preciso desde el que podemos vigilar todos sus movimientos, para detenerlos o dirigirlos, según los casos. Vivamos o de Dios o para Dios, pero repitámonos que no se obra del todo para Dios sino cuando ya no se hace absolutamente nada para uno mismo. Se obra entonces porque Dios lo quiere, cuando Él quiere y como Él quiere, por estar siempre unidos en el fondo con Aquel de quien uno no es más que un dichoso instrumento.

Dos cosas hacen falta para llegar a la perfección y a la íntima unión con Dios: tiempo y paz.

Lo que da valor a los actos reflexivos del hombre es la unión a Dios por la caridad. Cuanto más profunda es esa intimidad, más valor de eternidad tienen sus frutos.

Un alma cuya mirada interior, afectuosa y humilde, está siempre fija en Dios, obtiene de Él cuanto quiere.

Entre un alma recogida, desligada de todo, y Dios, no hay nada. La unión se realiza por sí misma. Es inmediata.

El tiempo pasa; siempre se ama a Dios demasiado poco y muy tarde.

¡Qué delicado eres en tus afectos, Dios mío! Tienes en cuenta lo que de legítimamente personal hay en nosotros, y tratas al alma que amas como si en el mundo no hubiera otra cosa que ella y Tú.

Creer es comulgar en la ciencia de Dios: Él ve; nosotros creemos en su palabra de testigo.

En la fe, Dios habla; por la esperanza, Dios ayuda; en la caridad, Dios se da, Dios colma.

 

Elevaos hacia Dios constantemente. Dejad en tierra a la tierra. Vivid poco con los demás .” menos todavía con vosotros mismos, pero lo más posible, si no en Dios, por lo menos cerca de Él.

Cuando en el fondo de vuestra alma oigáis, dos voces contradictorias, conviene que escuchéis generalmente a la que habla más bajo. En todo caso, ésa es la que pide más sacrificios. ¡Y tiene tanto valor el sufrimiento bien entendido! Desliga y aproxima a Dios.

Solemnidad de la Santísima Trinidad

 

En la Iglesia Católica, la fiesta de la Santísima Trinidad es considerada una de las solemnidades más importantes del año litúrgico.

La Santísima Trinidad es un dogma. Un dogma que proclama la verdad esencial del misterio de la “unidad y trinidad de Dios”: un sólo Dios en Tres Personas distintas: Padre, Hijo y Espíritu Santo.

Es un misterio. Por lo tanto, de difícil interpretación e imposible de asimilar por las limitaciones humanas.

Recordemos que “misterio” no significa que algo sea inexistente o que no ocurra, “misterio”, solamente es algo que nuestra inteligencia no es capaz de comprender enteramente.

Este misterio, el más grande de todos los misterios, pues de todos es principio y fin, se llama por los doctores sagrados sustancia del Nuevo Testamento; para conocerlo y contemplarlo han sido, creados en el cielo los ángeles y en la tierra los hombres; para enseñar con más claridad lo prefigurado en el Antiguo Testamento, Dios mismo descendió de los ángeles a los hombres: «Nadie vio jamás a Dios; el Hijo unigénito que está en el seno del Padre, Él nos lo ha revelado».

Siglos después, para que no existiese ninguna duda sobre la Unidad y Trinidad de Dios, fue que la Iglesia, reservando en sus hijos la pureza de la Fe, quiso instituir una fiesta especialmente dedicada a la Santísima Trinidad: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Una fiesta para reverenciar, honrar, adorar, rendir gloria a Dios, Uno, Trino y Eterno.

Quien instituyó la fiesta fue el Papa Juan XXII. Él estableció que fuese celebrada en todas partes; permitió que se dedicasen a este misterio templos y altares y, después de celestial visión, aprobó una Orden religiosa para la redención de cautivos, en honor de la Santísima Trinidad, cuyo nombre la distinguía.

Conviene añadir que el culto tributado a los Santos y Ángeles, a la Virgen Madre de Dios y a Cristo, redunda todo y se termina en la Trinidad. En las preces consagradas a una de las tres divinas personas, también se hace mención de las otras; en las letanías, luego de invocar a cada una de las Personas separadamente, se termina por su invocación común; todos los salmos e himnos tienen la misma doxología al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo; las bendiciones, los ritos, los sacramentos, o se hacen en nombre de la santa Trinidad, o les acompaña su intercesión.

De los Heraldos del Evangelio

MARÍA, NUESTRA MADRE

María es, verdaderamente, nuestra Madre. Nos da la vida, la protege y la defiende. Su papel maternal consiste especialmente en hacer nacer en nosotros a Jesús. No puede darlo a quien no está preparado, pero Ella misma hace precisamente esta preparación. La donación exterior del Niño Jesús, que tan a menudo ha sido hecha en favor de los Santos, no es más que un símbolo de esta donación real. De no ser así, ¿para qué hubiera servido este gesto, por dulce que fuera, si se hubiese mantenido puramente exterior?

Considerar a la Santísima Virgen como a nuestra Madre, como la de cada uno de nosotros en particular. Habladle como a una persona viva. En ese grado de intimidad puede haber infinitos matices, como los que hallamos en los Santos; podemos pertenecerle por diversos títulos.

María es vuestra Madre. Haced todas vuestras acciones por su gracia, en su amable compañía y bajo su dulce influencia. Pensad en Ella al comienzo y renunciad a vuestras maneras de ver y de querer para adoptar las suyas. Intentadlo. Perseverad. Pedidle que os conceda a Jesús y que dé a Jesús vuestras almas.

Es práctica excelente la de ofrecer los sentimientos íntimos de Nuestro Señor y de la Santísima Virgen sin detallarlos, puesto que no los conocemos.

En los momentos de cansancio, descansad sencillamente junto a vuestra Madre Celestial. Vivid bajo la mirada del Divino Maestro y de su Santísima Madre. Tened confianza en su afecto por vosotros; gustad de decírselo a menudo.

Es menester que nuestro corazón, que necesita ser fuerte, siga siendo dulce. Sed a un tiempo dulces y fuertes: no se pueden dosificar matemáticamente fuerza y dulzura, ternura y firmeza. Eso es todo un arte. La Santísima Virgen lo poseía. Ella sabía que el amor se prueba por el sacrificio, por las obras, y que la mejor prueba de amor que podemos dar a Dios y a las almas es nuestra propia inmolación.

Podemos ganarlo todo desarrollando nuestra devoción a María ¡Qué hermoso modelo y qué buena Madre! No se sintió ligada a nada en este mundo. Estuvo totalmente transformada en Jesús y por Jesús, que le comunicó sus virtudes y su vida.

Y esta vida fue una vida totalmente escondida en Dios. Ella no vio más que a Él, no quiso más que a Él. Su alma lo aspiraba y lo respiraba a cada instante. En el fondo, no constituía más que un solo ser con Él.

Dios vivía en Ella. Ella vivía en Él. Todo eso fue verdad. Pero todo eso estuvo oculto.

Vigilemos para no dar lugar al enemigo

Vigilemos para no dar lugar al enemigo a que se abra un camino por el que entrar en nuestro espíritu y contaminar el templo del Espíritu Santo. ¡Oh!, por caridad, no olvidemos ni un instante esta gran verdad; tengamos siempre presente que nosotros por el bautismo llegamos a ser templo del Dios vivo, y que cada vez que dirigimos nuestro espíritu al mundo, al demonio y a la carne, a los que por el bautismo hemos renunciado, profanamos este templo santo de Dios.

Huya tu alma de toda sombra de imperfección que pueda permitir a estos tres enemigos capitales penetrar en tu corazón: resiste siempre sus asaltos, manteniendo siempre una fe viva, que esté animada por una caridad viva y generosa.

Padre Pío, 13 de mayo de 1915, a Raffaelina Cerase, Ep. II, 417

«… sino ponerse en soledad y mirarle dentro de sí y no extrañarse de tan buen Huésped.»

Ya sabéis que Dios está en todas partes. Pues claro está que adonde está el rey, allí dicen está la corte; en fin, que adonde está Dios, es el cielo. Sin duda lo podéis creer, que adonde está su Majestad, está toda la gloria. Pues mirad que dice san Agustín que le buscaba en muchas partes y que le vino a hallar dentro de sí mismo.
¿Pensáis que importa poco para un alma derramada entender esta verdad, y ver que no ha menester para hablar con su Padre Eterno ir al cielo, ni para regalarse con Él, ni ha menester hablar a voces?
Por bajo que hable, está tan cerca que nos oirá; ni ha menester alas para ir a buscarle, sino ponerse en soledad y mirarle dentro de sí y no extrañarse de tan buen Huésped; sino con gran humildad hablarle como a un Padre, pedirle como a un Padre, contarle sus trabajos, pedirle remedio para ellos, entendiendo que no es digna de ser su hija.
Santa Teresa de Jesús
Camino de Perfección
Cap. 28, 2.

24 de Mayo María Auxiliadora.

Una oración magnífica, María Auxiliadora, auxilio de los cristianos.!

 

Madre amable de mi vida auxilio de los cristianos, la pena que me atormenta, pongo en tus divinas manos.

Dios te salve María…

Tú que sabes mis congojas, pues todas te las confío, da la paz a los turbados y alivia el corazón mío.

Dios te salve María…

Y aunque tu amor no merezco, no recurriré a Ti en vano, pues eres madre de Dios y auxilio de los cristianos.

Dios te salve María…

Acuérdate, ¡oh piadosísima Virgen María!, que jamás se ha oído decir que ninguno de los que han acudido a tu protección haya sido abandonado; animado con esta confianza, me presento a ti. ¡Oh Madre de Dios!, no desoigas mis súplicas; escúchalas y acógelas benignamente, ¡oh clemente, oh dulce Virgen María! (Pedir la gracia que se desea y rezar una Salve)