para reflexionar en el alma

“Cristo no te regaló a su Madre en la cruz para que solo la tengas en una estampita, sino para que te dejes guiar por su maternal consejo, intercesión y sabiduría”.

 

 

“Todos, especialmente los pastores, deberían oler a oveja. Pero no a cualquier oveja. Concretamente deberían oler a cordero. Al Cordero de Dios que quita el pecado del mundo”

Hay que acordarse de Dios más que de respirar

“Téngase bien claro que carecer plenamente de todo vicio excede las fuerzas humanas. Esto solamente puede concederlo el Señor, si se lo pedimos.

No dudes de rezar e interceder por todos, cuando traigas al altar al Verbo de Dios con tu palabra, cuando dividas el cuerpo y la sangre del Señor, utilizando la voz en vez de la espada (Carta a un sacerdote).

Hay que acordarse de Dios más que de respirar. Incluso, si se me permite hablar así, no hay que hacer nada más que esto: acordarse de Dios. El recuerdo continuo de Dios es el eje de la vida espiritual.

Toda la filosofía se divide en dos partes: contemplación y acción. La primera es más sublime, la segunda, más humilde, pera cada una se complementa con la ayuda de la otra.

Hermosa es la contemplación, hermosa es la acción. Aquélla mira hacia las cosas celestiales, inclinando nuestra mente hacia las realidades espirituales. Ésta recibe a Cristo, le sirve y muestra con las obras la fuerza del amor (Marta y María).

Adora al que por ti fue crucificado, y si estás crucificado por tu culpa, saca provecho de tu mismo pecado y compra con la muerte tu salvación. Súfrelo todo por Dios y aguántalo todo esperanzado en Él. Dale gracias por todo. Encomiéndale tu vida y la de aquellos que, habiendo convivido en otro tiempo contigo, te han precedido ya en la morada eterna”.

San Gregorio Niseno
+ 390; PG 35; PG. 786-787

Dios te concede ser bueno. Sé bueno

Existe una gran diferencia entre que te digan que tienes que ser bueno y que para ello has de esforzarte todo lo que puedas con tus propias fuerzas, a que te digan «Dios te concede ser bueno. Sé bueno» y te des cuenta de que, efectivamente, Dios hace que empieces a serlo y se empeña en que lo seas sí o sí, de forma que acabas siéndolo por pura gracia.

Entender eso es clave para empezar a andar por el camino de la santidad sin los pies atados.

La Fuerza del Espíritu Santo

Y estos prodigios acompañarán a los que crean: arrojarán demonios en mi Nombre y hablarán nuevas lenguas; podrán tomar a las serpientes con sus manos, y si beben un veneno mortal no les hará ningún daño; impondrán las manos sobre los enfermos y los curarán”.

Las palabras del Maestro habrán quedado resonando en sus oídos, que se hacían tan sensibles como para retener hasta el suspiro último del Nazareno  que retornaba a la Casa del Padre.

Cuando queden revestidos y ungidos con la Fuerza de lo Alto, cuando el Espíritu Santo se asiente en estas barcas todavía zarandeadas por las borrascas de las dudas y las inseguridades de un futuro que no terminan de ver claro, entonces, comprenderán que la misión recibida los pondrá en las mismas coordenadas por las que transitó el Maestro.

Libro «en el dolor humano la compasión de Dios» del Padre Claudio Bert (1964/2017)

 

Del libro de Sor Faustina

Una vez el Señor me dijo:

“ Compórtate como un mendigo que cuando recibe una limosna grande no la rehusa, sino que más bien agradece con más cordialidad; y tú también, si te concedo unas gracias más grandes, no las rehúses diciendo que eres indigna.

Yo lo sé; pero tú más bien alégrate y goza, y toma tantos tesoros de Mi Corazón cuantos puedes llevar; ya que haciendo así Me agradas más.

Te diré algo más: no tomes estas gracias solamente para ti, sino también para el prójimo, es decir, invita a las almas con las cuales estás en contacto a confiar en Mi misericordia infinita.

Oh, cuánto amo a las almas que se Me han confiado totalmente, haré todo por ellas”

                                             Jesús a Santa Faustina, Diario 294

Comienza el mes del Sagrado Corazón de Jesús

..»La devoción al Corazón de Jesús, esta espiritualidad tan arraigada y difundida en el cuerpo de la Iglesia, y que no tiene nada de intimista, es la devoción mayúscula – no una devoción entre otras –  que nos hace experimentar el Misterio central de nuestra fe: la Encarnación del Hijo eterno de Dios, es decir, Jesús de Nazaret, el Misterio del Amor que ha de ser acogido en una actitud de amor.

 

No basta con hacer cada tanto un acto de fe en el amor de Jesús por nosotros. Necesitamos vivir esta certeza cada día. Cuando lleguemos a vivir en la certeza de este Amor de Dios, derramado en nuestros corazones, una certeza que no se adquiere como una apropiación intelectual, sino más bien, a partir de la experiencia cotidiana del ser alcanzados por una Misericordia grande, que se aproxima a las pequeñas miserias y debilidades de nuestra existencia, sólo entonces la vida adquiere dimensiones nuevas, insospechadas que, por lo general, nos llevarán de asombro en asombro. Como llega a decir Juan: “Nosotros hemos conocido el amor que Dios nos tiene, y hemos creído en él”.

 

Jesús hablará de “su yugo suave y de su carga ligera”. Es decir, nos carga con todo el peso de su infinito amor creador. Un amor que puede convertir las piedras del corazón, en un corazón de compasión semejante al Suyo… La Fiesta de hoy nos invita a ese trabajo artesanal del corazón, de la interioridad. A poner orden y equilibrio allí donde otros quieren entrar bruscamente y sin permiso, para robarnos la vida.

 

Al Dios puro Corazón, que nos ha precedido en el amor y nos llevará siempre la delantera, hoy le mostramos nuestro corazón vulnerable. A su cuidado intensivo le encomendamos arregle las disfunciones cardíacas que afectan la globalidad de nuestra vida y, si es necesario, nos trasplante un corazón nuevo.»

Padre Claudio Bert (1964/2017) del libro «En el corazón humano la compasión de Dios»

La visitación de la Santísima Virgen María

La Visitación recuerda el momento en que la Virgen María visitó a su prima Isabel.

Se trata de un acontecimiento histórico que nos invita a fijar la mirada del corazón en el misterio que encierra y que tiene como protagonista a María, peregrina de la fe.

La liturgia celebra al concluir el mes de mayo, todo él dedicado a la Virgen, el recuerdo de su visita a Santa Isabel, escena de encantadora sencillez que relata San Lucas con múltiples detalles en su Evangelio.

Himno

María, pureza en vuelo,
Virgen de vírgenes, danos
la gracia de ser humanos
sin olvidarnos del cielo.

Enséñanos a vivir;
ayúdenos tu oración;
danos en la tentación
la gracia de resistir.

Honor a la Trinidad
por esta limpia victoria.
Y gloria por esta gloria
que alegra la cristiandad. Amén.

Roguemos a los santos

 

Los santos son los ministros extraordinarios de la acción de Dios en la Iglesia.

Han practicado la virtud en grado heroico, y han obedecido a la inspiración del Espíritu Santo, y se han  llenado de su fuerza y eficacia, viniendo de este modo, a ser los instrumentos dóciles y poderosos de la gracia de Jesucristo para la gloria de Dios y la salvación de las almas. “Por la gracia de Dios soy lo que soy, y la gracia que me confirió no resultó vana, antes me he afanado más que todos ellos; pero no yo, sino la gracia de Dios conmigo”. (1Cort 10,10).

Los santos son los mejores sarmientos de la vid que es Cristo.

¿Qué es lo que no puede la fe? ¿Qué es lo que no puede la oración animada por la fe? Jesucristo prometió. “En verdad os digo que el que cree en mí, ése hará también las obras que yo hago, y las hará mayores que éstas, porque yo voy al Padre”. (Jn 14,12).

Así, los santos tienen todas las condiciones necesarias para hacer grandes cosas; porque son instrumentos dóciles y perseverantes, unidos a Jesucristo que quiere emplearlos y efectivamente los emplea.

La historia lo demuestra. Todo lo que la Iglesia ha hecho de grande, es obra de los santos.

En todas las obras de Dios encontramos algún santo. “La gracia ha sido dada a cada uno según la medida del don de Jesucristo. El mismo ha dado, pues, a su Iglesia, a unos para que sean apóstoles, a otros para que sean profetas, a otros para que sean evangelistas, a otros para que sean doctores y pastores”. (Ef 4,7-11).

“Otros han recibido el don de milagros, la gracia de curar las enfermedades, el don de asistir a sus hermanos y gobernarles, el don de lenguas, el don de interpretación”. (1Cort 12,28).

Todos estos son motivos para desear y procurar la santidad, ser santos.

No puede haber carrera más noble, más gloriosa, en la cual la recompensa sea más excelente. Dice el Siervo de Dios, Don José María García Lahiguera. «He aquí la cumbre de la santidad: perfectísimo cumplimiento del plan de cada día, del deber de cada momento, de la obligación de cada instante. Porque todo eso es manifestación de la voluntad divina, y el cumplirla es la santidad verdadera, auténtica y única. Bien merece la pena de vivir como santo, para morir santamente y alcanzar el premio eterno. No dejéis nunca la santidad para mañana».

Oración para pedir la santidad:

«Oh Dios, fuente de toda santidad, por intercesión de tus santos, que tuvieron en la tierra diversidad de carismas y un mismo premio en el cielo, haz que caminemos dignamente en la vocación particular con que nos has llamado a cada uno de nosotros. Por nuestro Señor Jesucristo».

Los santos viven

 

Viven en el cielo los que ya murieron, y viven entre nosotros los que están en la tierra, aunque pasen desapercibidos.

1. Los Santos que están en el cielo: La Iglesia nos propone cada día unos cuantos santos para animarnos a imitar sus vidas de fidelidad al Evangelio y para que nos encomendemos a su protección.
«Cuanto mas perfecta ha sido la caridad de los santos que están ya en el cielo, tanto mas interceden por aquellos que están todavía en camino, ya que pueden ayudarles con sus oraciones; Y cuanto mas unidos están a Dios, tanto son mas eficaces estas oraciones suyas. Así se realiza el orden divino que hace refluir sobre los inferiores la excelencia de los superiores, como la claridad del sol se desparrama en el aire». (Suma teológica. 2-2 q. 83 a.11).

Santa Teresita poco antes de morir dijo: «Quiero pasar mi cielo haciendo bien sobre la tierra». Amando a Dios, y haciendo beneficios a los hombres, que es la misión que ahora tienen desde el cielo.

San Francisco de Sales le decía a Filotea en el libro de la vida devota: «Escoge algún santo en particular, cuya vida puedas mejor gustar e imitar, teniendo en su intercesión una particular confianza. El de tu nombre ya se te señalo desde tu bautismo».

«Los santos nos estimulan con su ejemplo en el camino de la vida, y nos ayudan con su intercesión». (Prefacio II de los Santos).

2. Los Santos que viven entre nosotros: Los santos que están en el cielo no fueron de madera, o de escayola en la tierra, sino de carne y hueso como nosotros.

Jesús cuando vivió su vida oculta en Nazaret, aunque era el Santo de Dios, tan solo era tenido por un simple artesano. ¿Pues no es este el hijo de José, el carpintero? Y de María, igual, siendo la mayor de los santos, una más del pueblo, junto con José, nada de especial.

De Santa Teresita, decía una de las hermanas del convento al verla morir. ¿Que puede decir la priora de sor Teresa? Si no ha hecho nada de particular. Esto es general con la mayoría.

En nuestra época hay, ciertamente mucho malo, pero hay, seguramente mucho bueno, santos entre nosotros. Mucha gente imagina que los santos son de la historia de la antigüedad, gloria que fue, y que en nuestra época moderna no los hay, por desgracia. Pero la Iglesia es perpetua y fecunda, y como hubo santos, los habrá hasta la consumación de los siglos, porque Dios así lo quiere; el estilo, la forma, la modalidad de los santos de hoy, puede variar, y de hecho varía, pero la santidad es la misma y es una realidad permanente y actual.

Es muy posible que en nuestra época actual no conozcamos santos como, San Francisco de Asís, Santa Teresa, San Ignacio de Loyola, etc. Pero no seria de extrañar que nos crucemos con algún santo de la escuela de Nazaret, y que por lo mismo, por que no resucita muertos, ni tiene visiones ni éxtasis en su oración, sino que vive, como San José, en el silencio de su casa, y cumpliendo en todo la voluntad de Dios. Estoy seguro, que de estos hay muchos, en los claustros y en los hogares.

San Pío X, decía un día de Santa Teresita: «He aquí la santa más grande de los tiempos modernos». ¿Y quien la conocía unos años antes?, ni se sabia que existiera esta monja enferma.

Una de las presencias de Dios en su Iglesia, es a través de sus santos. Ellos son la salvación de la Iglesia. El verdadero honor de la cristiandad no son los reyes, ni los jerarcas, ni los templos dorados, sino los santos.

El día de mañana no contaran los hombres importantes de la Iglesia. Habrá caído el oropel, y solo quedara el oro puro de los santos.

Siempre ha habido y habrá santos, quizás a nuestro lado haya alguno, y no lo sepamos valorar.

P. Eliseo García Rubio

El amor vulnerable

«Estoy profundamente convencido de que el líder cristiano del futuro está llamado a ser alguien completamente irrelevante, y a presentarse ante el mundo ofreciendo solamente su persona totalmente vulnerable.

Así es como Jesús vino a revelarnos el amor de Dios.

El gran mensaje que debemos ofrecer, como servidores de la Palabra de Dios y discípulos de Jesús, es que Dios nos ama no por lo que hacemos o logramos, sino porque nos nos ha creado y redimido por amor y nos ha escogido para proclamar ese amor como la verdadera fuente de toda vida humana».

Henri Nouwen
«En el nombre de Jesús»