Una percepción más clara del mal la tuve cuando me confesé por primera vez. Allí comprendí que el mal es una cosa seria de la que hay que arrepentirse. Me enseñaron a que me confesara cada semana. Me dijeron:
—¿Sabes cuál es el mejor remedio contra el mal? La confesión semanal.
Tenían razón. Y, en efecto, aún hoy digo a todos que una confesión bien hecha es mejor que un exorcismo. La confesión devuelve al hombre la gracia de Dios. Satanás se enfurece cuando alguien se reconcilia con Dios. Se siente derrotado. Se encoleriza. La confesión desbarata sus planes demoníacos. Satanás encuentra sumamente difícil entrar en el cuerpo de aquellos que se encuentran en estado de gracia. Dios está con ellos. Nuestra Señora está con ellos. Y Dios y la Virgen son más fuertes que Satanás.
Padre Amorth – Paolo Rodari, El último exorcista. Mi batalla contra Satanás. Cap I.