Lo más puro de la Cuaresma es abrir el corazón al Padre

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Para Jesús la marcha al desierto de la Cuarentena, llevado por el Espíritu, fue la marcha al corazón de Dios, su Padre.

Padre, la palabra central del Evangelio

La palabra “Padre”, si la tomamos no como una metáfora, sino como una realidad jamás soñada, nos trasporta a la esfera infinita en que Jesús vive y se mueve. Su contenido exacto no podemos trasvasarlo a nuestra conciencia. Cuanto más la oremos – la contemplemos – más se irá saturando de sentido, de experiencia, de esperanza, pues es una palabra de por sí abierta a lo infinito. La palabra “Padre” se llena de un sentido nuevo desde la experiencia de Jesús. Lo que Jesús ha vivido y experimentado, su vida y muerte quedan sedimentados dentro como contenido de esta palabra.

Mi propia historia personal va a ir llenando, poco a poco, esta palabra.

La oración cristiana – toda – nace y concluye en esta palabra. Expresa la novedad absoluta de la oración cristiana, por estas razones:

1º Porque enlaza nuestra oración definitivamente con la oración de Jesús; mi oración pasa a ser oración de Jesús.

2º Porque me abre un ámbito nuevo, que es el ámbito trinitario en el cual se ha tejido la historia de la salvación.

3º Porque reordena toda mi forma de pensar. Es la palabra más teológica, puesto que te da el verdadero corazón Dios.

4º Es la palabra escatológica por excelencia: invocando a Dios como Padre se alumbra mi horizonte futuro bajo el signo de la misericordia, de la ternura, del perdón, de la acogida. Palabra, por otra parte, que unifica toda la historia bajo el signo de la fraternidad.

5º Es, además, la palabra contemplativa. Decir “Padre” es contemplar a Dios siempre nuevo y sorpresivo, que excede todo pensamiento.

Según esto, orar es llamar a Dios Padre, y quedarse en esta palabra. El tránsito a la oración.

Somos llamados a este éxtasis de amor. Todos quedamos invitados. Es lo más bello de la vida. Bien sabemos intelectualmente que lo más hermoso de nuestra existencia no es “amar a Dios”, sino ser amados por Dios: ser amados por Dios y enterarnos de que así es. No hay dignidad ni misión superior a este ser amados en el Amado, ser hijo en el Hijo, y, en consecuencia, ser testigos y pregoneros de este amor.

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Estos pensamientos fueron tomados de un Retiro del Padre Rufino M. Grández,
y son una oportunidad exquisita para que nosotros los convirtamos
en materia para la oración personal en este intinerario Cuaresmal.

Aquel hombre que asciende a la montaña

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Aquel hombre que asciende a la montaña
a Dios está anhelando con sed viva;
pierde su corazón allá en la fuente
donde el dolor se pierde y pacifica,
y donde el Padre engendra al Hijo amado
con el Amor que de su pecho espira.

 

Aquel hombre de rostro penetrante
sobre su sangre y éxodo medita;
una luz desde dentro se abre paso,
la hermosa faz más limpia que el sol brilla,
porque es el bello rostro de Jesús,
cuyos ojos los ángeles ansían.

 

Es el Hijo en la Nube del Espíritu,
el Amado nacido antes del día;
el Padre lo pronuncia con ternura,
con la voz de sus labios lo acaricia;
los testigos videntes de la Gloria,
ebrios de amor, lo adoran y se inclinan.

 

Pasó el fuego encendido en la montaña,
y otra vez susurró la suave brisa;
y era él, ya no más transfigurado,
Jesús de Nazaret, el de María;
mas para aquel que vio la faz divina,
sin destellos la faz será la misma.

 

Jesús de la montaña y de la alianza,
presente con gloriosa cercanía,
en el fuego sagrado de la fe
te adoramos, oh luz no consumida;
traspasa tu blancura incandescente
a tu esposa, que en ti se glorifica. Amén

Mensaje de la Reina de la Paz del 2 de marzo en Medjugorje, Bosnia-Herzegovina

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“Queridos hijos, ustedes son mi fuerza. Ustedes, apóstoles míos, que con su amor, humildad y el silencio de la oración, hacen que mi Hijo sea conocido. Ustedes viven en mí. Ustedes me llevan en su corazón. Ustedes saben que tienen una Madre que los ama y que ha venido a traer amor. Los miro en el Padre Celestial, miro sus pensamientos, sus dolores, sus sufrimientos y se los presento a mi Hijo. No tengan miedo, no pierdan la esperanza, porque mi Hijo escucha a su Madre. Él ama desde que nació, y yo deseo que todos mis hijos conozcan este amor; que regresen a Él quienes, a causa del dolor e incomprensión, lo han abandonado, y que lo conozcan todos aquellos que jamás lo han conocido. Por eso ustedes están aquí, apóstoles míos, y yo como Madre, estoy con ustedes. Oren para que tengan la firmeza de la fe, porque el amor y la misericordia provienen de una fe firme. Por medio del amor y de la misericordia, ayudarán a todos aquellos que no son conscientes de que eligen las tinieblas en lugar de la luz. Oren por sus pastores, porque ellos son la fuerza de la Iglesia que mi Hijo les ha dejado. Por medio de mi Hijo ellos son los pastores de las almas. ¡Les doy las gracias!”