“No todos los que se acercan (a los sacramentos) son santos, pero los santos serán siempre escogidos entre aquellos que los reciben con frecuencia”.
“Hijos míos, todos los seres de la creación tienen necesidad de alimentos para vivir: a este fin, Dios hace crecer los árboles y las plantas; es una mesa muy bien servida a la cual acuden todos los animales a buscar su alimento apropiado. Mas es necesario que el alma también se nutra. ¿Dónde está su alimento?… Hijos míos, cuando Dios quiso dar alimento a nuestra alma para sostenerla en su peregrinación por este mundo, paseó su mirada sobre todas las cosas criadas y no encontró nada digno de su ella. Entonces se concentró en sí mismo y resolvió entregarse…
¡Oh, alma mía, cuán grande eres! Sólo Dios puede contentarte. El alimento del alma es el Cuerpo y la Sangre de Dios. ¡Oh, hermoso alimento! El alma no puede alimentarse sino de Dios. Sólo Dios puede bastarle. Sólo Dios puede llenarla. Fuera de Dios nada hay que pueda saciar su hambre. Necesita absolutamente de Dios… ¡Qué dichosas son las almas puras que se unen a Dios por la comunión! En el Cielo resplandecerán como hermosos diamante porque la imagen de Dios reverberará en ella…. ¡Oh, vida dichosa! Alimentarse de Dios… ¡Oh, hombre, qué grande eres! Nutrido y abrevado con el Cuerpo y la Sangre de un Dios…Id, pues a comulgar, hijos míos”
San Juan María Vianney,
del libro El cura de Ars, el atractivo de un alma pura