“Las habladurías son el terrorismo de la fraternidad”, ha dicho el Papa Francisco este fin de semana al clero y religiosos de Nápoles

papa-francisco Leyendo estas palabras del Papa Francisco percibo claramente el realismo de cuanto dice, pero también me apena que en esta Iglesia particular de Buenos Aires – como en tantas otras quizá- estas enseñanzas del Obispo de Roma, quien también fue pastor celoso de esta porción del Rebaño de Jesús, tengan tan poca resonancia existencial.

 

“Uno de los testimonios que me pedían es este: estar siempre en camino -dijo- El camino de la vida consagrada es seguir a Jesús. Si en el centro de la vida está el hecho de que estoy en contra del obispo o del párroco o de otro sacerdote, toda mi vida estará ocupada por esa lucha. ¡Pero esto es perder la vida! No tener una familia, no tener hijos, no tener amor conyugal, que es tan bueno y tan hermoso, para terminar discutiendo con el obispo, con los hermanos sacerdotes, con los fieles, con “cara de vinagre”.

“Eso no es dar testimonio. Cuando el centro es Jesús, esas dificultades, que están en todas partes, se enfrentan de una manera diferente. En un convento puede ser que la superiora no me guste, pero si mi centro es la superiora que no me gusta, eso no es testimonio. Si en cambio mi centro es Jesús, rezo por ella, la tolero y hago todo lo posible para que los demás superiores conozcan la situación. Pero la alegría no me la quita nadie. La alegría de seguir a Jesús”.

 

“Para mí, la señal de que no hay fraternidad son las habladurías. El terrorismo de las habladurías. En un presbiterio puede haber diversos puntos de vista y diferencias, es normal, es cristiano, pero estas diferencias se deben manifestar teniendo el valor de decirlo a la cara. Y cuando no se puede -porque a veces no se puede- lo dices a otro para que haga de intermediario- Pero no se puede hablar en contra del otro, porque las habladurías representan un terrorismo para la fraternidad sacerdotal, para las comunidades religiosas”.

Fuente: Aica

 

Las dificultades no aniquilan las obras de Dios, sino que demuestran que son de Dios

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“Hoy, recibí una carta del padre Sópocko. Por la carta supe que Dios Mismo dirige esta causa y como el Señor la ha iniciado, del mismo modo el Señor la guiará, y cuanto mayores sean las dificultades que veo, tanto más tranquila estoy. Oh, si en esta causa no hubiera una gran gloria de Dios ni el provecho para muchas almas, Satanás no se opondría de este modo, pero él intuye lo que va a perder. Ahora he comprendido que lo que Satanás odia más es la misericordia; ella es su mayor tormento. Pero la Palabra del Señor no pasará, la Palabra de Dios es viva, las dificultades no aniquilan las obras de Dios, sino que demuestran que son de Dios…

Santa Faustina, Diario 764

San José siempre en camino de fe

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San José siempre en camino de fe

José se ve metido en una historia que no era suya. Decide retirarse, vivir su vida. No ve nada, no entiende.

José necesita ayuda. Aceptó la ayuda del ángel del Señor, así como Natán ayudó a David. Necesitamos ayuda, todos, para entender las obras que vienen del Espíritu Santo.

José avanza y adelanta en estos caminos del Espíritu porque es un hombre creyente. No es el cumplimiento lo que da fecundidad a la vida, sino la fe en Dios. Estamos llamados a la experiencia de Dios, no a hacer cosas.

José no habla, no enseña, no explica, no se pregunta, sólo cree, se fía, se abandona en el silencio de la noche y se pone en camino, al paso de Dios, al amanecer.

José vive para creer o cree para vivir. La fe es el pan que siempre estuvo en la mesa de su vida, cada día.

Peregrino de la fe, desprotegido, viviendo a la intemperie, va aprendiendo, unas veces poco a poco, y  otras golpe a golpe, a recorrer los caminos nuevos de Dios.

José se juega la vida acogiendo, acompañando y caminando con María la mujer llena de Gracia y con Jesús, el Hijo de Dios y de María. Su cercanía a la Luz del mundo y a la plenitud del Amor le modelan de tal forma por dentro que queda abierto y silencioso a la escucha y confiado hasta el final.